En este articulo se indaga acerca de la obesidad neurótica, realizando una aproximación desde el psicoanálisis, acerca de la función estructurante de la obesidad y como esta influye en la relación con otros, ubicándola como la manifestación de un conflicto psíquico, cuyo significado debe develarse en el análisis de cada historia.
Según la Organización Mundial de la Salud, la obesidad ha aumentado en todo el mundo. Pero ¿Qué entendemos por obesidad?, según la OMS la obesidad se define como la acumulación excesiva de grasa, lo que es perjudicial para la salud, se suele considerar la obesidad como un síntoma de la época, y el obeso como sujeto paradigmático de la insaciable sociedad de consumo.
Existen muchas variables que influyen en una persona para producir obesidad, por tanto el abordaje de la obesidad en una persona no puede repetirse en otra, es decir no basta con centrarse en la obesidad como una entidad biológica sino más bien analizar los procesos psicológicos que implica, y para ello está el psicoanálisis, para conserva la subjetividad, porque cada sujeto tiene una posición particular que lo distingue, y esa pura diferencia es lo que se busca analizar en cada sujeto, es decir, como menciona Assef (2010) eso que lo hace único y digno de su condición.
Por tanto, escuchar al paciente que consulta por obesidad no se basara en lo que coma o deje de comer, como indica Figari (2015), sino más bien, la escucha debe estar atenta a la verdadera queja, que trae a la persona a consultar, ya que la persona obesa se ve atravesada por las construcciones culturales de comida, cuerpo, deseo y de sí, como señalan Meza y Moral (2011), y de esta forma buscan expresar con su cuerpo su definición propia de sí mismo, por tanto los tratamientos deben atender a las particularidades de la vida de cada persona.
Particularmente me referiré a la obesidad como límite del deseo, a propósito de un caso del cual fui observador; con respecto al caso, la paciente E es una joven estudiante universitaria de 26 años, que consulta por problemas de peso y dificultades para enfrentarse al público, lo que afecta su rendimiento académico, muchas veces, la sobreingesta de comida y el exceso de grasa podrían funcionar como una defensa como señala Figari (2015), que tiene que ver con la relación con otro, más que la comida en sí.
Obesidad como mecanismo defensivo
La obesidad para muchos obesos puede representar una función positiva ante una vida frustrante y estresante, donde podríamos ubicar las funciones del yo, como mecanismo de adaptación a la realidad externa de la persona, como señala Bruch (1973), la sobreingesta y el exceso de grasa en la obesidad funcionaria entonces como una defensa contra la ansiedad o una reacción depresiva en personas más maduras, lo que se condice con la paciente E, quien tiene un mayor consumo de alimentos cuando se siente estresado o menos competente, como el caso de la reprobación de su examen de título, donde relata haber ingerido una caja de leche y mucho pan, es decir no expresa su enojo y se vuelve más bien depresiva.
A partir de la concepción de la obesidad como un mecanismo defensivo, Marques y Martins (2013) consideran que la persona busca una capa protectora (membrana) contra la angustia, entonces la incorporación del alimento opera como mecanismo de identificación para cubrir la falta fálica, es decir la grasa sería una manta que cubre el fracaso y protege la inversión libidinal del sujeto, actuando la obesidad como una barrera contra el deseo del otro, la paciente E relata que al estar delgada se sentiría más expuesta a “todos los hombres” y ella no quiere ser deseada por todos, esto le resulta amenazante.
El ideal del Yo en la obesidad neurótica
Bleichmar (1997), denomina el ideal del Yo como una instancia simbólica que constituye una unidad estándar que la persona debe satisfacer, la cual se puede o no cumplir y que permanece como un requisito exterior a la persona, este se diferencia del Yo ideal que corresponde a la imagen de sí mismo que la persona contempla como un ser completo, es decir se distingue el lugar donde uno se ve a sí mismo, del lugar desde donde es mirado, y en el caso de la paciente E, este último cobra mayor importancia, es decir el lugar desde donde es mirada, ya que posee altos estándares del ideal del Yo, por ello se considera inferior a los demás, que denomina como figuras de autoridad o de mayor saber (profesores, médicos, etc.), en su dialogo es común escuchar frases como: “nunca voy a poder ser la mejor”, ya que se evalúa de manera inadecuada.
Con respecto al Yo ideal y la imagen de sí mismo, Figari (2015) señala que hay momentos en los que la persona obesa puede alcanzar la completud, que corresponde al halago de los otros, cuando se les estimula, es decir cuando se someten al deseo del otro, porque le satisface lo que dicen, refuerza brevemente su Yo y es por este motivo que la paciente E rinde mucho mejor si la refuerzan, ella espera que constantemente sus profesores estén retroalimentándola, y que le digan “lo haces bien”, está muy sensible a la actitud de los demás; por tanto lo que le está faltando es asumirse o aceptarse castrado, como indican Meza y Moral (2011), el no hacerlo implica no aceptar la ley de la prohibición del incesto, por tanto la obesidad seria la forma de evadir la ley.
Desvalorización depresiva
En el caso de la paciente E, al tener un estilo depresivo, muestra una extraordinaria disminución de amor propio, y esto se explica como señala Trujillo (2013), la carga del objeto es abandonada, pero la libido no es desplazada sobre otro objeto, sino más bien retraída al Yo, sirviendo para establecer una identificación del Yo con el objeto abandonado, transformándose la pérdida del objeto en una pérdida del Yo; es por ello muy común escuchar en el relato de la paciente que no se acepta, “como puedes aceptarte más, quererte más, decirlo es súper fácil, quererse, mirarse al espejo y gustarme” ella refiere que no le gusta su físico y respecto a su personalidad señala que “si pero no”, esto se puede deber al temor que siente a que se le confirme que tienen “algo malo, dañado”, esto muestra indicios que su autoestima se encuentra regulada desde lo externo.
Por tanto, en lugar de establecerse un conflicto entre el Yo y la persona amada, que lo ha decepcionado o abandonado, en este caso la madre, como dice Trujillo (2013), más bien el conflicto se establece entre el Yo y el Súper Yo, de esta forma la paciente posee un superyó crítico y exigente, por lo cual se percibe tímida e incapaz, ya que es muy autoexigente y demandante, creyendo que todos los demás están bien menos ella, es decir ella es la única que falla y por esto puede consentir su propia destrucción, porque como continua señalando el autor, una parte del Yo no es Yo, sino el objeto perdido.
Según Trujillo (2013), existen dos destinos del depresivo, vivir mutilado o mutilarse, en el primero, la culpa por haber participado en la desaparición del objeto está siempre presente; el segundo, donde el sujeto vive confundido con el objeto, generándose una batalla donde la victoria es su propio sacrificio, el caso de la paciente E, su destino es vivir mutilada, por tanto la agresión no expresada la dirige hacia sí misma, lo que conlleva a estos atracones de comida que le producen vómito, representando el vómito un intento de separación de la madre que no puede tramitarse psíquicamente, lo que puede deberse a la culpa inconsciente de querer dañar a la madre por medio de sí misma.
Existiendo una situación ambivalente con el objeto, es decir una relación de amor-odio, anhelante y de rechazo a la madre, como explica Trujillo (2013), lo que conduce al sujeto a una gran hostilidad que finalmente se vuelve contra sí mismo, esta ambivalencia con la madre se explica en caso, ya que la madre de la paciente E quería una hija flaca y si baja de peso seria agradar a la madre objeto amado, pero ésta también es el objeto odiado por ser hostil y volverse contra ella, esto provocaría la ambivalencia, pero como “está mal” odiar a la madre(moralista), siente culpa y esta agresión no expresada la dirige hacia sí misma, aumentando la ingesta de alimentos como forma de mutilarse.
Por tanto, como indica Trujillo (2013), detrás del conflicto se encuentra un niño desenamorado y abandonado, que deberá aceptar que creció y abandonar la pasividad, así también de disponerse a amar, la paciente E, paso su infancia con la abuela materna, relatando que la madre solo estaba, esto lo vivió como un abandono por parte de su madre, esta pérdida de objeto erótico constituye una ocasión para hacer surgir la ambivalencia de las relaciones amorosas, incluso en la adultez; un episodio que se puede destacar, corresponde a una sesión, donde se le pregunto por aspectos negativos de la madre, y ella la describió como súper irónica, que le carga la gente impuntual y que no cumple, lo cual se puede relacionar con su relato anterior donde menciona que cuando siente que no puede cumplir abandona, lo que denota este temor a ser rechazada inconscientemente por esta madre, de la cual se sintió desplazada en su infancia.
Lugar de la madre en el conflicto psíquico del obeso
Como menciona Quiroga (2016), es frecuente ver en el obeso de hoy al hijo inmovilizado del ayer; inmovilizado por la madre que lo atrapo, y un padre que no tuvo la fuerza para romper esa diada simbiótica, por tanto el exceso de grasa sería un símbolo de la prisión materna, en la que el obeso sigue atrapado y esto se denota en la actitud sumisa de la paciente E frente al control materno, aunque existe una tentación instintiva a rebelarse contra esta madre manipuladora y ser ella misma, de esta forma ella intenta no perder su individualidad y perderse en esa fusión materna, es muy frecuente encontrarse con madres agresivas y controladoras en pacientes obesos.
Este control que ejerce la madre no le permite salir del núcleo familiar a la exogamia; no lo deja tener pareja, por esto como indica Quiroga (2016), la genitalidad está detenida, siendo su vida sexual escasa o inexistente por su fijación oral. Es por esto que la paciente E no tendría relaciones amorosas, aunque hace énfasis en que no le gusta el compromiso. En primero medio tuvo su primera pareja, le presento toda su familia “así no puedo, me siento insegura, y si no cumplo” además agrega “que se va a fijar en mí, si hay personas mucho más lindas”, por ello menciona que es ella quien termina la relaciones antes y evita todo tipo de situaciones y/o experiencias que le hagan daño, lo que se traduce como “con mi gordura hago que a nadie le guste, entonces me escondo tras mi gordura”, si bien existen varios motivos inconscientes que llevan al obeso a limitar o eliminar su vida sexual, la obesidad como menciona Quiroga (2016), contribuye a disminuir la imagen de sí mismo, y también conlleva a la inhibición social, ya que no acceden por vergüenza, imposibilidad afectiva (y hasta física) o ambas, a la vida sexual-genital exogámica.
Obesidad como límite del deseo del otro
La grasa corporal puede ser vista como una barrera, que limita el deseo del otro, no es sólo una protección, como dice Chiozza (2008) que permite leer una deprivación de protección, en donde el obeso reclama el afecto y cuidado que siente que le falta, sino más bien una máscara, para expresar ese deseo, de ser un sujeto deseante, y deseable, finalmente de ser reconocido por el otro, para así poder reconocerse a sí mismo como indica Meza y Moral (2011). Así por ejemplo la paciente E relata que no ha tenido relaciones sexuales, dice que hay que tener confianza, que ha tenido oportunidades, frente a esto se le pregunta ¿si has tenido oportunidades es porque has sido deseada? Lo que ella responde “si…pero no...No lo creo” tiene que ver con sus inseguridades, porque ella no quiere su cuerpo y de esta manera se anula como sujeto deseante, se auto-rechaza, ya que tiene miedo a sufrir, por tanto rechaza las relaciones de intimidad por temor a poder ser rechazada o desaprobada y de esta manera evita la conexión con el dolor que le produce ser abandonado por el otro, por eso ella abandona antes, pero en el fondo ella desea ser deseada y de esta forma como dice Figari (2013), la dificultad para bajar de peso estaría dada por la articulación entre el cuerpo del obeso y el deseo, por ello el plantearse adelgazar seria plantearse perder el deseo y esto es a lo que se resiste.
De esta forma, el comer produce una satisfacción que no se limita a saciar el hambre, sino que tiene un valor erotizado, es decir la comida tienen un valor erótico superior al de la propia actividad sexual como indica Castrillo (2011) y esto se debe a que la actividad sexual todavía no se ha separado de la nutrición como menciona Trujillo (2013), por tanto el obeso tiene hambre de palabras de límites que lo diferencien como menciona Quiroga (2016), y hace que surja como sujeto deseante, un claro ejemplo es el caso de la paciente E quien intenta no perder su individualidad “no soy la Priscila, me llamo Elizabeth, yo me los paraba a todos… yo no soy igual a ella”, por tanto será el cuerpo el que impone su límite como señalan Tendlarz, Oldecop, Donghi, Silva, Rodríguez, y Weitzman (2009), ya que en tanto está atravesada como ser viviente se ve cada día más amenazada por su propia desaparición, donde podría advenir como sujeto del deseo vía la angustia, por esta razón ella tenía que poner los límites, de esta forma, ella utiliza su cuerpo como límite contra los hombres, es decir la obesidad limita el deseo del otro.
Conclusión
Para finalizar, la obesidad se muestra para el psicoanálisis, como la forma de evadir la ley del padre, es decir la palabra no hizo corte simbólico, por tanto la mirada de la madre no se logró dirigir a otro lugar, como menciona Quiroga (2016), de esta forma el obeso se identifica con su obesidad y se define a partir de ahí, siendo el exceso de grasa una capa que lo cubre para expresar su deseo, de ser un sujeto deseante, y deseable;
“Lo que se presenta en el cuerpo como un aumento del tejido adiposo, es decir, una alteración somática, es en alma, un drama inconsciente” (Quiroga, L. 2016).
Y el psicoanálisis escucha ese drama, ya que atiende a las particularidades de la vida de cada persona.
Referencia
Assef, P. (2010). El psicoanálisis frente a la actualidad. Algunas puntualizaciones acerca de los principios que orientan una praxis. Astrolabio, (1).
Bleichmar, H. (1997). La modificación terapéutica del superyó. En Avances en psicoterapia psicoanalítica: hacia una técnica de intervenciones específica. (pp. 275-302). Barcelona, España: Paidós.
Bruch, H. (1973). Trastornos alimenticios: obesidad, anorexia nerviosa, y la persona dentro. Nueva York, EUA: Basic Books Inc.
Castrillo, D. (2011). El estatuto del cuerpo en psicoanálisis: del organismo viviente al cuerpo gozante. Revista Psicoanalítica Freudiana, 63.
Chiozza, L. (2008). Afectos y afecciones 3. Los afectos ocultos en la enfermedad del cuerpo. ( pp. 355-389). Buenos Aires, Argentina: Zorzal.
Figari, A. (2015). Cuerpo, imagen y goce: Aproximaciones a la obesidad desde el psicoanálisis. Universidad de la Republica, Urugay.
Meza, C. & Moral, J. (2011). Obesidad: Una aproximación desde la psicología psicoanalítica. Revista Operturas psicoanalíticas, 37.
Marquez, C. & Martins, L. (2013). Libido y Angustia: Economía de goce en obesidad. Psicología Clínica, 25(1), 129–143.
Quiroga, L. (2016). Enfoque psicoanalítico de la obesidad. Congreso Internacional de “Cirugía bariatrica y trastornos metabólicos”. Mendoza, Argentina.
Tendlarz, E., Oldecop, A., Donghi, A., Silva, M., Rodríguez, O. & Weitzman, E. (2009). Obesidad: Una modalidad de goce. I Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XVI Jornadas de Investigación Quinto Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Trujillo, H. (2013). Obesidad y depresión. Un estudio psicoanalítico. 14º Congreso Virtual de Psiquiatria.com. Interpsiquis.
Comentarios